Hol a tod@s!
como ya habréis notado, ya falta menos para el verano, el calor, la playa, la sombra de un buen árbol/sombrilla que nos de cobijo con un atractivo libro/ebook en las manos... y por si ya estáis pensando en cuál llevaros de vacaciones, yo os animo a que hagáis un hueco en la maleta para VETE AL INFIERNO... acción, amor, lucha, sacrificio, entrega... Todo es posible para Crocell, Nanael, Miguel, Caliel, Kristel, Connor, Lía y cía. y por fin con la tercera entrega de la trilogía, se cierra el circulo que se inicio hace casi cinco años y se descubre si el arcángel cede a sus sentimientos, tan puros como confusos y exigentes... si los darcángeles humanizados y los humanos convertidos en ángeles pueden llevar una vida normal... si el Vigilante sigue siendo fiel al recién y pasional amor descubierto a pesar de la distancia...
No os podéis perder el desenlace de las novelas de los darcángeles... y para ir abriendo boca, aquí dejo un pequeño adelanto:
"Sonó el timbre de la puerta y para ambos supuso la
campana de un combate en el que necesitaban tomarse un respiro. Una lucha por
recuperar lo que una vez habían tenido y que no daban por perdido del todo.
Maikel recuperó sus manos de debajo de las de ella y, sin
decir nada, salió por la puerta dejándola apoyada en la encimera. Le daría unos
segundos para reflexionar; lo que tardara en abrir y volver porque, ni mucho
menos, se consideraba aún vencido.
— ¿Puedo ayudarle? —Dijo al abrir y ver a un hombre en
silencio, parado en el dintel de su casa.
El hombre le miró arqueando la ceja. Frunció el ceño.
Miró por encima de su hombro el interior de la casa, buscando a ambos lados, y
después comprobó la dirección que tenía escrita en un papel, con el número en latón dorado que había a un lado del marco.
— ¿Se encuentra bien?
Él se alegró de haber sido quien abriera la puerta. No le
habría gustado que Gabi se hubiera visto cara a cara con aquel tipo tan
sospechoso.
— ¿Puedo avisar a la policía si necesita algo? —La
declaración de intenciones no intimidó en absoluto al hombre, que permanecía
igual de desconcertado que si hubiera esperado encontrar abriéndole la puerta a
otra persona completamente distinta a él.
Pero era imposible, la familia Devin llevaba más de dos
décadas viviendo allí y el intruso no debía tener mucho más de treinta años.
—Eres viejo —dijo al fin, como si ver a un hombre de casi
sesenta años fuera todo un descubrimiento—. ¿Lo sabías?
Él no supo qué decir, aunque aquella apreciación
resultaba sumamente reveladora. Empezaba a sospechar qué clase de ser tenía
pisándole el felpudo de bienvenida. Y no era precisamente un ser muy bienvenido
a esa casa.
— ¿Buscaba a alguien… —Marcó la pausa intencionadamente—,
joven?
—Sí, a ti, supongo. Si es que tú eres Maikel Devin,
claro.
— ¿Y quién busca Maikel Devin? Si puede saberse.
El hombre sonrió y sus marrones ojos brillaron con un
color broncíneo.
—Digamos que un amigo de un amigo.
— ¡No me lo puedo creer! —La voz de Caliel sonó
sorprendida a su espalda—. Sigues vivo.
Él se separó para dejarle pasar y el antiguo darcángel
abrazó al Vigilante que llevaba años sin ver.
—Por fin una cara conocida… —Crocell se apartó un poco y
le dio una suave palmada en la mejilla—. ¡Y con pelo!
Caliel se pasó la mano por la cabeza y le golpeó el brazo
en señal de camaradería.
—Aunque, déjame ver… —Dio un paso hacia atrás y le
observó de arriba abajo con gesto intrigado—. Hay algo más en ti que no me
cuadra.
Maikel creyó que sería imposible que lo adivinara, pero
el Vigilante parecía tener una bola de cristal escondida en algún sitio, porque
dio justo en el clavo.
—Un jodido mortal —concluyó con satisfecha resolución.
—Bastardo adivino. —Rio al escucharle—. ¿Cómo demonios lo
has sabido? Y no me digas que por el pelo.
—Apestas a humano, y no creo que sea por juntarte con éste. —Miró con soberbia hacia Maikel,
que le devolvió una tensa sonrisa—. Porque eres Devin, ¿no?
Crocell nunca había simpatizado con los seres humanos —y
menos con los de género masculino—, pero desde hacía algunos meses su desdén se
había convertido en auténtico resentimiento.
—Eso dice en el buzón de la entrada. ¿Cómo me has
encontrado? —Le preocupaba un poco ser blanco fácil de visitas no deseadas.
—A diferencia de él, para tu desgracia tú sí sales en la
guía y Caliel no es... era, el único darcángel que conoce tu apellido.
— ¿Así que entonces este listillo es amigo tuyo? —Se
dirigió a Caliel—. Me parece imposible tener algo en común con él.
—Pues, si no me equivoco, lo tuviste hace mucho tiempo,
Miztrael.
—Uhmmm, veo que al menos te has informado. —Seguían aún en el
dintel de la puerta y sin expectativas de entrar en la casa—. Aunque bastante
mal, por cierto, puesto que ese nombre que mencionas ya no existe.
—No deberíamos tratar estos temas en la calle —observó
Caliel, mirando por encima de Crocell a la gente que pasaba por detrás de él,
al otro lado del jardín.
—Yo no meto en mi casa a desconocidos —dijo con prepotencia—.
Y menos a los que van de listos.
—Genial. Pues vete con tus queridos amigos humanos a
tomar por...
— ¡Crocell! —le recriminó Caliel—. Éste es Maikel y ésta
es su casa, así que ten un poco de respeto, por favor.
—¿Por un insignificante hombre? —Se volvió dándoles en
parte la espalda—. Ni tan siquiera sé que hago aquí.
—Eres tú el que me buscaba hace un minuto.
Maikel, en actitud ufana, posaba con los brazos cruzados
a la puerta de su hogar, completamente ajeno a comentarios hirientes. No conocía
a Crocell en persona, pero Caliel le había mencionado muchas veces cuando
comentaba su vida en la abadía, al igual que al resto de los darcángeles con
los que había convivido.
Sabía de sobra cómo se las gastaba el Vigilante y su lado
masoquista le impedía echarle a patadas... aún.
—Cierto, pero es que en realidad yo buscaba a tus hijos.
Ya sabes, los que abandonaron el nido en cuanto les salieron las alas.
Caliel salió al umbral y, tomándole del brazo, le hizo
entrar a trompicones en la casa bajo la estupefacta mirada del anfitrión, que
se había quedado plantado como un pino en el recibidor, viéndoles pasar por
delante de él hacia el comedor.
—No quiero a este individuo en mi casa, Caliel, por muy
amigo tuyo que sea. —Le frenó, sujetándole por el brazo, mientras el invitado tomaba asiento a su antojo.
—Dame cinco minutos, por favor. Se lo debo. Y, además,
así sabremos por qué busca a tus hijos.
—Tampoco le quiero cerca de mis hijos. Ni de mi mujer. Ni
de nada que pueda contaminar con su presencia.
—Si yo puedo ayudarle, tal vez evite que los encuentre.
Ambos eran conscientes de que, al menos a uno, le sería
imposible localizarlo a menos que tuviera enchufe con algún ángel.
Caliel se volvió hacia él y le observó detenidamente.
El ángel. Nanael.
Crocell había venido solo, así que... ¿Qué habría sido de
ella?
En ese momento entró Kristel por la puerta que daba al
patio trasero y, al descubrirle, literalmente se le tiró encima para saludarlo.
—Maldito Vigilante. —Le abrazó con ímpetu a pesar de su
voluminosa figura—. ¿Qué haces aquí? ¿Dónde has estado todo este tiempo?
—Contéstame tú primero, preciosa, ¿qué haces que siempre
que te veo estas preñada de ese bastardo?
El comentario heló la habitación y un sudor frío recorrió
la espalda de Caliel. Pero Kristel quitó importancia a la situación con una
carcajada.
—Me tiene cogida la medida, me temo.
—Ya lo veo. Y bien cogida. —Con cariño, le acarició el
vientre.
—Pues ojo con lo que tocas, que estás en mi propiedad
—apostilló el futuro padre.
El Vigilante, con Kristel sentada en su regazo, levantó
las manos y se echó hacia atrás todo lo que el respaldo le permitió.
—Más bien, tu oronda propiedad está sobre mí. —Ella le
golpeó con dulzura—. Pero no temas que, por encima de todo, siempre respeto las
bodas que oficio.
—¿Has casado a alguien más? —Inquirió ella, curiosa.
—¿Pero este impresentable os ha casado? —preguntó
Maikel—. Y yo que pensaba que lo mío había sido raro.
—Pues sí, abuelo. Este capitán hizo zarpar el velero del
amor para estos dos tortolitos. —Crocell hizo el amago deslizando la mano por
el aire suavemente—. Pero ya no me dedico a eso —chasqueó la lengua—, así que
no te molestes en pedirme que celebre tus próximas bodas de oro.
—Tú eres tonto —soltó Maikel sin más—. Pero tonto de
remate. ¿Crees que yo voy a querer algo de ti, imbécil?
Crocell estalló en una ofensiva carcajada que enfureció
todavía más a su anfitrión.
—Maikel, ¿qué ocurre? —Al escuchar tanto improperio,
Gabriela se acercó por detrás a su marido y le tomó del brazo—. ¿Quién es
nuestro invitado... al que tanto insultas?
Él se resignó a tener que presentarlos.
—Cariño, este es Crocell. Un amigo de Caliel y Kristel
que pasaba por aquí, pero que ya se iba —dijo a pesar de que él seguía
cómodamente sentado y sin aparente intención de levantarse.
La mujer trató de acercarse para saludarle, pero su
marido la retuvo sujetándola por la cintura, y tan solo pudo estrecharle la
mano desde la distancia.
—Encantado señora —contestó él, incorporándose
ligeramente del sillón.
—¿Y es un amigo reciente... o de los antiguos?
Era evidente la intención de la pregunta.
—Muy antiguo, me temo —le aclaró—, pero inofensivo a
pesar de lo que sospeche su marido.
Inmediatamente ella dio un paso atrás y se refugió en
brazos de Maikel.
Desde que había curado las marcas que las alas negras
habían dejado en la espalda a su hija, su concepto acerca de esas criaturas
había cambiado de un modo radical. No los quería cerca, no quería saber de
ellos ni tener contacto directo con los de su especie. Y mucho menos los quería
en su casa.
Y esa convicción se hizo patente en la tensión que
reflejaba su rostro.
—Traeré algo de beber —se excusó, volviendo a la cocina.
No quería saber por qué estaba aquel hombre en su casa,
no quería saber nada de él y de su existencia. Sólo quería que cuando regresase
al salón, él ya no estuviese allí.
Y no tenía que indicárselo a su marido tampoco, porque él
ya lo sabía y lo compartía.
—Está bien. —A Maikel también le pareció oportuna su
marcha y la despidió con un beso en la cabeza.
—¿Y a qué debemos tu visita? —preguntó Kristel,
liberándole del sobrepeso de su redondeado cuerpo.
—Necesito localizar a un ángel.
—Eso no era así la última vez, entonces tenías a un ángel
a tu lado, ¿no? —Le sujetaba aún la mano y sintió que aflojaba la presión.
Ella, por el contrario, la apretó más.
Un tenso silencio se hizo en la sala y la suavidad del
rostro del Vigilante desapareció por completo. Apretó la mandíbula y repitió la
petición entre dientes.
—Necesito a un ángel que me lleve allí y sólo conozco a uno con vínculos familiares entre los
seres humanos. —Se soltó de ella. Se sentía incómodo con su contacto.
—¿Que te lleve a dónde? —Una vez de pie, Kristel cruzó
los brazos y le miró expectante. Se le había acabado la elocuencia y todo
indicaba que habría que sacarle las palabras con sacacorchos.
—Al lugar donde... —Pareció dudar—. Donde está ella. —Fue
consciente de que, al final, acabaría teniendo que confesar sus intenciones.
Nadie decía nada y el silencio se estaba volviendo
insoportable.
—Crocell, si ella está con los ángeles es que no quiere
estar contigo. De lo contrario ya estaríais juntos. Créeme.
Aquello era un disparo a bocajarro, pero Kristel sabía
que él tenía un corazón a prueba de balas.
Él siguió sentado tranquilamente en el sillón, pero con
la mirada perdida en una de las paredes, como si prefiriese no escuchar nada de
lo que ella dijera a partir de ese momento.
—Todos lo lamentamos y es evidente que nos equivocamos
con ella, pero buscarla cuando claramente no quiere ser encontrada no es la
solución. —Caliel rompió el silencio—. No la acoses. No está bien.
—No tienes ni idea de lo que hablas, así que cállate,
jodido listo. —Fue tajante a pesar de la
amistad que los unía y de lo que le apetecía decir en realidad.
Y si la frase hubiese estado dirigida a Maikel, éste ya
le habría puesto, sin duda, de patitas en la calle.
—No te lo tomes así.
—En mi maldita vida nunca he acosado a nadie —levantó la
voz—. ¿Te enteras?
—Pues entonces, habla —se defendió él en el mismo tono—.
¿Cómo crees que te va a ayudar un ángel? Ellos no se van a delatar entre sí y
menos ante un darcángel.
—Vigilante, si no te importa —puntualizó en tono tenso—.
No me degrades, humano.
—Me da igual. Sabes perfectamente a lo que me refiero.
—¡Pero es que ella ya no es un ángel! —estalló—. A ver si
te enteras de una maldita vez.
Crocell hubiera preferido no tener que dar tantas
explicaciones, pero contaba con que no le quedaría más remedio que aclarar
algunos puntos importantes.
—¡Joder! —se sorprendió Caliel, al comprender que al
final ella había caído... y no estaba allí con Crocell.
Entonces la conversación se frenó y, viendo que la
tensión desaparecía del rostro del Vigilante, todos se relajaron un poco.
—Sí, eso exactamente. —Sonrió de medio lado—. Ella y
yo... pasamos juntos su transición.
Incluso se ruborizó un poco ya que, por primera vez,
sentía aquello igual que una confesión íntima y personal de su vida privada.
Pero Nanael no era una captura de la que alardear. Era su
amor, su pareja, su compañera de por vida… Y lo que hiciera con y por ella sólo
les incumbía a ambos.
—Ahora sí que no entiendo nada. —Caliel ya ni se atrevía
a hacer más conjeturas.
—Ella se hizo darcángel por mí… —Su voz tembló—, porque
me amaba como yo la amo a ella.
Aquello ya era como un confesionario público. Doloroso en
el recuerdo y cruel en la penitencia que él sobrellevaba desde que ella se
había ido.
—¿Te amaba? —Consciente de la implicación de usar el
tiempo pasado, Kristel se llevó la mano a la boca para intentar contener la
emoción—. Oh, Dios, Crocell… Ella ya no…
Intentó abrazarle, con lágrimas amenazando en sus ojos,
pero él ni se inmutó. Ninguno sabía qué hacer ni que decirle, él parecía
inexplicablemente tranquilo y sosegado a pesar de la terrible pérdida. Era
difícil ponerse en su lugar y más imaginarse conservando de ese modo la calma.
—¿Estás bien? —Dejó caer Caliel, casi obligado por el
silencio sepulcral.
—Reconozco que al principio me sentí como una mierda.
—Seguía sosegado mientras rememoraba aquellos días pasados—. Pero cuando
comprendí lo que tenía que hacer lo vi claro y entonces fui capaz de recuperar
la forma humana para poder trazar un plan de rescate. He
tenido seis meses para pensar muy bien cada paso que tengo que dar.
La referencia al Exterminador hizo temer lo peor a todos.
—¿Hiciste algo... malo?
—«¿Hiciste algo malo?» —se mofó,
repitiendo las palabras de Maikel—. ¿Y a ti qué demonios te importa, viejo? —Le
despreció—. Dime, listo, ¿qué habrías hecho tú por tu esposa? ¿Eh? —Le miró,
adivinando en sus ojos que él habría hecho lo mismo en su lugar; cualquier cosa
que hubiera aliviado lo más mínimo la sensación de vacío que sentía—. No te
atrevas a juzgarme entonces. —Le apuntó con el dedo índice.
—Aún no entiendo para qué necesitas a un ángel. Sabes
perfectamente que ni tan siquiera ellos pueden ir voluntariamente al Paraíso y
volver. Ése es un viaje sólo de ida.
Crocell frunció el ceño y dirigió su amenazadora mirada
hacia él. E, inmediatamente, adivinó que había vuelto a meter la pata.
—¿Estás insinuando, acaso, que mi mujer, estando conmigo,
habría pedido el sacrificio para que un gilipollas con alas blancas la
atravesase con una espada? —Hizo una incómoda pausa—. ¿Es eso lo que crees? —Se
sentía como un crío al que echan la bronca por algo evidente—. Si tú no
permitiste que hicieran eso con Kristel, ¿crees que yo lo habría hecho con
Nanael? Piensa un poco, joder. De haber sido así ahora no quedaría ningún ángel
vivo. —Miró de nuevo a Maikel desde su asiento—. Ni tu hijo.
—¡Vete al infierno! —le escupió entre dientes, pero lo
suficientemente alto para que le escuchara—. Que es donde un perturbado como tú
debería estar.
No iba a dejar que ningún malnacido amenazase a su hijo
delante de sus propias narices.
—Precisamente eso es lo que quiero; ir al infierno y que
tú retoño sea el que me lleve allí, si es
que aún tienes un hijo ángel."
Besazos a tod@s y nos vemos en verano co VETE AL INFIERNO :)