16 de noviembre de 2011

diario de un ángel I

Todo lo que decía iba a ser, y estaba siendo ya, utilizado en mi contra.
Desde que dejé de ser un Exterminador, mi existencia carece de alicientes. Y estar por enésima vez esperando a que el Consejo me asigne una nueva alma es bastante… ¿aburrido?
El Coro de Guardianes, con el arcángel que lo presidia al frente, estaba determinando qué clase de mortal asignarme esta vez.
Y parecía ser una difícil decisión.
Uno que viva más de dos años, solicité entre dientes. Y el arcángel Miguel, que últimamente estaba en todas mis asignaciones, se acercó y me puso la mano en la nuca llevando mi oreja hasta su boca. Era el jefe de todos los ángeles y arcángeles, el favorito de Él y nadie le desafiaba.
Piensa que sus dos años son más importantes que tu eternidad. Ésa es la clase de entrega a la causa que se nos exige.
Asentí bajando la cabeza y Miguel me soltó dándome una suave palmadita en la nuca.
Él no sabía lo que era ser un Guardián, un insulso ángel de la Guarda… dando consejos a personas a las que les importa más bien poco lo que yo pueda decirles. Y les importa más bien nada si hacen bien o mal.
Desagradecidos.
Insignificantes.
Yo, que fui un Exterminador capaz de enfrentarme a demonios de otra época. Que luche con Miguel y el resto de mis hermanos, hombro con hombro, cuando el Infierno era la puerta de entrada de todos los males. Ahora, me veo relegado a cuidar de un ser humano al que debo inspirar bondad y que ni siquiera creo que llegue a alcanzar la pubertad.
El arcángel que presidia el Coro se puso en pie y entonces yo me puse recto. Había que guardar las formas, aunque fuera sólo por Miguel.
Caliel, cada vez nos lo pones más difícil. Hizo una pausa durante la que dirigió un breve vistazo al arcángel invitado. Miguel asintió y él continuó. — No puedo decir que será la última oportunidad que se te da, porque nadie puede obviar que eres un Guardián, pero si no eres capaz de amar a los seres humanos como para dar tu vida por ellos, nunca podrás amar a nadie de ese modo. Nadie merece más amor y dedicación que tu protegido. No lo vuelvas a olvidar.
Pues entonces, me temo que nadie tendrá mi amor. No existe ese ser que despierte en mí ese sentimiento. Estoy condenado a no amar nunca. Sonreí resignado ante este pensamiento, no me parecía tan mala idea en el fondo.

1 comentario:

  1. Caliel, siempre has sido un poquito prepotente. Necesitas a alguien que te baje esos humos. ¿No te han contado nunca, por ahí arriba, que no debes desafiar a tus superiores ni siquiera con el pensamiento? Te aviso, ¡vas a encontrar la horma de tus zapatos! Luego no digas que no te lo avisé, jajajaja

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